No sé que más me pervierte
si tu cuerpo
o tu mente...
no sé que más me enloquece
tu cintura en frío
o en caliente...
...Sólo sé...;
Que impreciso sería en este caso
afirmar que no sé nada,
pues sé seguro que mi palabra no va a errar,
si una cosa me zarpo a confesar:
Sé que hay una fuerza que nos une
más grande de la que me atrevo a pronunciar.
Sé que he sentido esto mismo multitud de veces más,
pero ninguna le había dado tanto sentido a todo
ni a tí, ni a mí como esta.
Contigo me siento en calma, me siento segura, respaldada,
entendida, respetada, amada...
Incluso en los momentos más íntimos de mi inconsciente.
Me siento en paz porque soy yo.
Especialmente en esos íntimos momentos,
no me siento presionada ni juzgada ni a prueba de nada.
Hoy aprendí una cosa:
No se nos manda lo que queremos,
si no lo que necesitamos.
En nuestra mano está entender y captar esas señales o dejarlas huir...
A veces lo hacemos porque creemos que solo son obstáculos o entretentas que nos desvían de nuestro camino, pero aveces son el propio camino...
Cuánta energía inútil labrarnos el suelo en el que queremos pisar, los cimientos de la casa que queremos construir, el tejado que queremos que nos proteja de las tormentas... anhelamos un hogar y ponemos todo nuestro esmero en construirlo, tanto, que pasamos por alto muchas otras cosas, como que
un hogar se crea por dentro, y no por fuera. Algunas mucho más relevantes. Cosas que nos impiden ver que si avanzamos un poco más, hay una casa ya construida esperándonos. No del color que deseábamos, ni la forma ni la anchura. Pero que al entrar enseguida nos sentimos
... ¿Como en casa?...
Cosas
tan importantes pasamos en alto en nuestra vida diaria...
Cosas como las señales del corazón.
Los pálpitos del alma.
El instinto.
Esa "vocecilla" que aveces nos habla y acallamos sin mera explicación.
Esa que nos guía por el camino
de los sentimientos, de la verdad, del amor...
Nuestro niño interior que
nos estabiliza espiritualmente.
Los puntos débiles de
nuestro cuerpo,
que hablan cuando todo lo demás está en silencio.
Todo eso no engaña.
La mente nos juega malas pasadas,
pero el cuerpo,
este nunca miente.
Y es todo eso lo que quiero arrancar de tí,
sin drogas ni sogas que aprisionen tu cuello.
Quiero verte correr libre por la llanura abierta,
deleitándome a cada zancada que te veo avanzar
con tu melena negra al viento haciendo honor
a buena yegua que te haces llamar.
Orgullosa de haber vivido sin freno;
pero toda dura pezuña alguna vez se
desgasta de trotar por el suelo.
Y yo quiero ser ese cobijo,
ese hogar al que acudas cuando las cosas se pongas feas,
cuando te canses de relinchar y resoplarle a la vida
y eches de menos compañía para estar sola...
Cuando quieras frenar y calentarte al calor de la lumbre;
...allí te estaré yo.
Con los brazos abiertos;
Una mantita,
y una taza de caliente,
muy caliente café.
Quiero ser tus manos, tu boca, tu pelo al viento, tu mirada cuando no mira nada.
Tu sol, tu estrella, tus mil lunas...
Quiero ser tuya.
Y tú.., mía.
